Experimento con el pequeño Albert
Experimento con el pequeño Albert
El experimento del Pequeño Albert es una demostración empírica del procedimiento condicionado clásico. Lo que se quería demostrar era si podía condicionarse a un niño para que le tuviese miedo a un animal que aparece simultáneamente con un ruido diferente; si este miedo se transferiría a otros animales u objetos inanimados y por último saber cuánto podía persistir tal miedo.
Para llevar a cabo el experimento se seleccionó a un niño sano de 8 meses y 3 días, Albert, se le examinó para saber si existía en él un miedo previo a los objetos que se le iban presentando, como por ejemplo animales con pelo, examen que fue negativo. A lo que se le identificó miedo fue a los sonidos fuertes como por ejemplo golpear una lámina metálica con un martillo fuertemente.
El experimento dio inicio cuando Albert tenía 8 meses y 3 días. El diseño era presentarle al pequeño Albert una rata blanca y al mismo tiempo un ruido fuerte. Luego de muchos ensayos, el niño sollozó ante la presencia de una rata, y luego mostró generalización del estímulo ante bloques, un perro, lana, un abrigo, etc.
EI El (ruido) ---------------> (llanto)
EN (Objeto blanco)
EC (Objeto blanco) ----------> RC (llanto)
No se aplico una segunda fase del experimento, que consistiría en estudiar la forma de quitarle el miedo condicionado. Hoy en día no se podría realizar este experimento ya que esta en contra de la ética.
En 2009, luego de una investigación se descubrió que el pequeño Albert murió de hidrocefalia, posiblemente una infección de meningitis, a los seis años de edad.
Pequeño Albert: un cruel experimento a un bebé de 11 meses para probar fobias |
Seleccionando al pequeño Albert
Watson llevaba unos años como investigador interno en la
Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, cuando en 1920 comenzó con el
experimento de Little Albert. Su objetivo era probar en un bebé de escasa edad
y lo menos condicionado posible cómo el ser humano podía adquirir miedos por
entornos condicionados, después trasladar estos miedos a otros estímulos, y por
último intentar corregirlos. Lo malo, es que nunca logró revocar los efectos de
aquellos miedos que inoculó al bebé.
La idea de provocar miedo al bebé no era cruel en sí misma,
aunque sí científicamente perturbadora. En su opinión, los niños recién nacidos
solo presentan tres sentimientos reconocibles: el miedo, condicionado por los
ruidos fuertes y la falta de sustentación (por ejemplo, cuando un bebé pasa de
brazos y no nota apoyo), el amor, condicionado por las caricias, y la cólera,
cuando se le impedía realizar movimientos. Simplemente el miedo era el más
fácil de condicionar y probar de los tres.
El investigador y su ayudante Rosalie Rayner, quien acabaría
firmando el artículo que muestra sus conclusiones junto con Watson, encontraron
a Albert en el orfanato para niños inválidos Harriet Lane Home, según cuentan
ellos mismos en su exposición. Su madre trabajaba como nodriza allí, dando de
mamar a otros niños, mientras el pequeño Albert se criaba en ese entorno
hospitalario y en cierto modo frío, ideal para que fuera ese lienzo en blanco que
necesitaban. "Nadie lo había visto nunca en estado de miedo o cólera. El
niño apenas había llorado desde que nació", relatan Watson y Rayner en su
estudio, publicado a finales de 1920.
Así pues, a la edad de 8 meses y 26 días, probaron su
primera toma de contacto. Expusieron a Albert a una fogata y a varios animales,
y el niño no tenía miedo a nada. Solo lloró en esa primera vez cuando Watson
golpeaba fuertemente una barra metálica, cumpliendo con el patrón que había
marcado de que los lactantes tienen un rechazo innato a los ruidos bruscos.
Dos meses después, el experimento comenzó. La idea era ver
si podían influir a Albert para que temiera a distintos estímulos. El primero
de ellos fue una rata blanca de laboratorio. Al presentársela a Albert, el niño
quiso alcanzarla. La tocó, hizo varios ademanes de acercarse más a ella, y en
ese momento Watson hizo sonar la barra metálica. El niño se echó para atrás
alterado. Lo volvieron a intentar una vez más, el niño extendió su mano para
tocar la rata, y la barra volvió a sonar. El niño en ese momento comenzó a
llorar. Ya se había cumplido el primer condicionante.
"Para no perturbar al niño seriamente, postergamos el
resto de pruebas una semana", escribió Watson en una de las pocas muestras
de empatía que deja ver en el texto. El problema es que después se sucedieron
tres jornadas aún más duras para el bebé con solo cinco días de lapso entre
ellas.
En la segunda jornada, Watson realizó siete intentos para
que el niño llorara al presentarle la rata y hacer sonar la barra metálica. En
el octavo, solo con la presencia de la rata y sin sonido, el niño empezó a
llorar sin más. El propio investigador lo contaba así:
- Intento número 7: Estimulación conjunta con rata y sonido. El niño comenzó a moverse violentamente y lloró, pero no se cayó.
- Intento número 8: Rata sola. En el instante en que se le mostró a la rata, el bebé comenzó a llorar. Casi instantáneamente, giró bruscamente hacia la izquierda, cayó sobre el lado izquierdo, se puso a cuatro patas y comenzó a arrastrarse tan rápido que fue atrapado con dificultad antes de llegar al borde de la mesa. La reacción fue tan convincente como habíamos representado teóricamente. En total, se dieron siete estimulaciones conjuntas para provocar la reacción completa. No es improbable que, si el sonido hubiera sido mayor, el número de estimulaciones conjuntas se hubiera reducido sustancialmente", John B. Watson (1920).
El niño acabó con fobias a los perros, a los conejos, y
hasta a Santa Claus
El experimento siguió con dos jornadas más cuando Albert
contaba con 11 meses y una última cuando tenía 1 años y 21 días. En ella Watson
comprobó el segundo de sus puntos de partida: el mecanismo conductual que había
hecho que el bebé temiera a la rata a la que al principio no tenía miedo era también
transferible a otros estímulos.
Para ello cambiaron a la rata por un conejo, un perro, o un
abrigo de piel. Todos elementos peludos que el niño pudiera asemejar con el
tacto de la rata. En todos ellos Albert acabó llorando, sin necesidad del
ruido, aunque sí que se introdujo en alguna ocasión un nuevo refuerzo
presentando de nuevo a la rata junto con el sonido metálico. El único momento
de paz del bebé durante el experimento era cuando, para aislar los resultados
ante distintos estímulos, le dejaban jugar con bloques de cubos. En ese momento
Albert dejaba de llorar y se ponía a jugar sin más.
Pero en la última prueba, cuando Albert ya contaba con un
año de edad, se introdujo un objeto aún más desconcertante. Una máscara de
Santa Claus. Y Albert también lloró sin más.
"Estímulo con Máscara de Santa Claus: Retirada,
gorgoteo, luego la intenta abofetear sin llegar a tocarla. Cuando su mano fue
forzada a tocarla, él gimió y lloró. Su mano fue forzada a tocar la máscara dos
veces más. Él gimió y lloró en ambas pruebas. Finalmente lloró ante el mero
estímulo visual de la máscara", recogía Watson.
¿Qué fue del pequeño Albert?
El experimento más importante fue el único inconcluso:
quitarle sus miedos
Por desgracia, el último tramo del experimento quedó
inconcluso. Y era el más importante: intentar deshacer todos los miedos que el
bebé había adquirido durante este tiempo. Según relatan Watson y Rayner, cuando
intentaron comenzar esta fase el pequeño Albert había sido adoptado por una
familia de otra ciudad. Ellos dos, el investigador y su ayudante, fueron
despedidos a los pocos meses de la Universidad en parte por los problemas
éticos que generó el experimento y también por salir a la luz pública que entre
ellos mantenían una relación sentimental, algo prohibido entre compañeros en la
institución.
Sobre la identidad del pequeño Albert se han dado varias
búsquedas, de las que dos de ellas son las más probables. La más reciente data
de 2014 y es la que a día de hoy se da con más posibilidades de ser cierta. Los
investigadores Russ Powell y Nancy Digdon repasaron el censo y documentación de
la época y concluyeron que Albert era William Barger, un hombre que falleció en
el año 2007 y cuya madre biológica trabajó en el orfanato del que sacaron al
pequeño. Barger, según testimonios de sus familiares, había tenido siempre una
fobia especial a los perros y otros animales peludos.
La segunda hipótesis que se maneja es anterior y en cierto
modo quedó relegada con la de Barger, pero de ser cierta aún dejaría en peor
lugar a Watson. Esta otra búsqueda de Albert fue realizada por los psicólogos
Hall P. Beck y Sharman Levinson en 2009 y publicada en la American
Psychological Association. En ella se concluye que Albert murió a los seis años
de edad tras por culpa de padecer hidrocefalia. Este hecho, añadido a la
posibilidad de que fuera congénita, se traduce en una crítica al trabajo de
Watson que muchos psicólogos contemporáneos mantienen no solo porque se usara a
un niño para sus experimentos, sino porque seguramente sus características como
un niño sano no eran tales y que su capacidad para apenas mostrar miedo y
lloros durante sus primeros meses de vida -esas que hicieron a Albert tan
"idóneo" para el experimento- pudieran estar provocadas por un daño
neurológico debido a su enfermedad, tal y como describió y criticó la
Asociación de Psicología Americana años más tarde.
¿Cómo se relaciona con la ética?
¿Cómo se relaciona con la ética?
El hecho de haber usado a un niño para intentar algo que
suena despiadado e inhumano sin el consentimiento del niño considero que al
momento no sonaba mala idea para estos psicólogos pues iban con la idea de
quitar esos miedos sin estar 100% seguros de esto, al momento de que los demás
se enteraron de este horrible experimento la gente no estuvo de acuerdo con
esto.
Más adelante se prohibió experimentar con niños a raíz de
este tipo de experimentos que en la mayoría han salido mal todos sin pensar en
las consecuencias que traería a estos seres humanos.
Daños psicológicos: el niño desarrollo un miedo
incontrolable ante cualquier cosa peluda, de forma muy exagerada.
Daños éticos: con respecto a los psicólogos creo que no
tuvieron ningún remordimiento en hacer sufrir a un niño, no pensaron en lo
serio que era el hacerle eso a un bebe tan joven y al final no lograron
corregir ese miedo causado.
Daños morales: ante la sociedad no habían contando nada
Talvez porque sabían que iba a causar polémica por lo inhumano que suena casi
jugar con las emociones de un niño que aun no puede ni hablar.
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